Consecuencias de NO ser deportista de élite en el S.XXI
«Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos».
Estas fueron textualmente las palabras de Simone Biles, la aclamada gimnasta artística americana, para explicar por qué abandonaba la competición durante los recientes Juegos Olímpicos de Tokio.
La presión de la mirada crítica a la que se enfrenta un deportista de élite seguro no es comparable con la presión a la que nos sometemos en el día a día el común de los mortales, sin embargo la experiencia de sentirnos valorados y legitimados por lo que hacemos –en lugar de por lo que somos– sí es algo común en nuestra sociedad.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de desarrollarse como individuos y existir en este paradigma de la meritocracia (del tanto HACES tanto vales)?
- La inseguridad, la ansiedad, la angustia, o el sentimiento de no ser digno/a de amor, toman fácilmente la delantera de manera progresiva y silenciosa.
- Otra es, que la forma de mirarnos a nosotro/as mismo/as se recrudece y surge una voz interna aún más crítica y hostil que echa más leña al fuego (ej. ‘este error lo vas a pagar caro’, ‘qué vergüenza haberte equivocado en eso’, ‘no vas a ser capaz de lograrlo’…)
- Por tanto, estas emociones generan un sufrimiento del que es difícil darse cuenta, y por tanto, más aún hablar de ello.
- Luego, aparecen patrones de comportamiento que, intentando aplacar ese malestar o dolor emocional, nos llevan a comer de forma poco saludable, a disuadirnos de ir al gimnasio, a pasarnos más tiempo del razonable en redes sociales, o a dejar para el último momento tareas importantes con la consecuente ansiedad, culpa y/o vergüenza que eso puede provocar.
- Y finalmente, volvemos al punto 2 y el bucle de ese malestar sutil y constante empieza de nuevo, hasta que un día la sutilidad se convierte en crisis o ruptura.
Porque esa es la oportunidad de otorgarse el cuidado y la atención que necesitamos como seres vulnerables que somos por definición. Aquí no hay dos sin tres: psique -cuerpo- alma están conectados.
Y el caso de Biles demuestra que no hay mil maneras de salir del bucle de malestar, ni siquiera siendo popularmente exitosa. Este es exactamente el camino:
1. parar,
2. aceptar la fragilidad,
3. dejar de mirar hacia fuera para poder seguir mirando hacia dentro,
4. descubrir a través de la sabiduría interior que habita en cada uno –con ayuda profesional en la mayoría de los casos– que la experiencia de amor y aceptación incondicional sanadora viene de uno mismo (tanto ERES tanto vales).
¿Lo de Biles es por tanto un síntoma de trastorno mental o de debilidad? No. Simplemente gajes de ser humano. Suerte que para ella 24 años han sido suficiente para comprenderlo, a la mayoría nos lleva algo más de tiempo. Quizás esa es realmente la ventaja de ser deportista de élite 🙂
Alejandra Cano
Psicóloga Owings
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